Entre varias cosas me decidí por lo más convencional, una paella de pollo. Estaba preparado para cualquier cosa, pero tampoco fue tan traumático. Lo más exótico que añadieron fue shiitake, una seta. Eso sí, la preparación no es la auténtica, más bien parecía un arroz al horno. La paella estaba servida sobre un plato, porque el metal ardía como si lo acabasen de sacar de la caldera del Fujiyama.
Por 1.000 yenes me tomé la paella y una bebida a elegir. No es muy barato, pero tampoco es tan caro. El sitio no está mal, y además, las camareras son guapas y sonrientes, no como en algunos sitios, donde parece que tengan úlcera, por no decir otra cosa...
Eso sí, tendré que proponerles una corrección ortográfica de carta y rótulos a cambio de opípara cena, porque algunas cosas se les han colado, algunas...
¿Sardinas fritos?
Esto es lo que hay.
Aunque fue plenamente comestible...
... prefiero las que me hacía mi señor padre.
La dolorosa.
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Pues tampoco tenía tan mala pinta.
ResponderEliminarLas he visto MUCHO PEORES sin salir de España, y si las camareras son guapas y simpáticas se quema uno con el cacharrito pero de lo más a gusto.
Por cierto, muy chulo el post que escribiste sobre el metro, repleto de color -y olor- local, por no hablar del "problema humano"...
Ala, qué quejica!, míralo a la inversa, en España no encuentras ningún restaurante en el que te sirvan un plato típico japonés y una bebida a elegir por menos de 10 euros XD
ResponderEliminar¡Pues también es verdad! XD
ResponderEliminarDe todas formas no me he quejado mucho, ¿eh? Como muy bien dice Enrique, en cuanto te alejas un poco de Valencia te puedes encontrar de todo dentro de una paella.