lunes, 12 de septiembre de 2011

Primer paseo amotil

Aunque más que paseo, lo correcto sería decir salida, excursión o ida por ahí, ya que hasta ahora sí había hecho algunos paseos, por ciudad y con un tráfico que apenas podía evitar. El domingo pasado, para variar, fue un cambio para bien, algo que no hacía años ha. En total han sido tan sólo unos 200 km, pero muy bien llevados. Mas o menos el recorrido ha sido hacia el suroeste, y la primera parada ha sido en Odawara. Lo cierto es que yo solito llegué al primer punto de encuentro, en Totsuka.

Desde allí nos dirigimos hacia la península de Izu. Se habló de un recorrido que pasa por toda la costa, pero esta vez nos cohartamos un poco. Quizá a la próxima.

Debo reconocer que nunca he sido muy rápido en la moto, ni me descuelgo hábilmente como hacen los que saben. Además, le tengo auténtico pánico al agua en la carretera, al menos en moto. Una vez claros estos puntos, volví a recordar esas maravillosas sensaciones que se tienen en las curvas, a saber y respectivamente "que me paso, que me paso...", "que me salgo, que me salgo..." y "que me la doy, que me la doy...".

Por suerte tan sólo en un par de ocasiones me he metido en el carril contrario, y más suerte aún que no viniese nadie de frente, aunque tan sólo me metí poco más de un metro. La primera vez fue a la ida, cuando todavía estaba recordando cómo se hacían esas cosas y cogiendo el tranquillo a la nueva moto. Hay un axioma en estos casos: vas a donde miras. Y es bien cierto, nunca hay que mirar a la curva, sino más allá de ella. Si miras el vértice de la curva, por ahí te vas a salir. Mi segunda salida fue a la vuelta, cuando ya me había calentado y me estaba animando a seguir a mi predecesor y entré demasiado rápido (para mi habilidad) en una curva.

Aparte de esos jocosos momentos, experimenté nuevamente la sensación de aplastamiento gonádico contra el depósito de gasolina al atravesar un bache imprevisto, agarrotamiento de muñecas y falta de circulación sanguínea en las manos gracias al agarrotamiento antes mencionado y a las vibraciones. Todo eso son malas costumbres que se pueden solucionar, respectivamente, tomando una posición más retrasada, que sitio hay, no agarrando los manillares como si estuviésemos colgados de ellos a un kilómetro de altura, y ajustando las manetas  la distancia adecuada.

El viaje fue una mezcla de recorrido urbano al principio, más autopista a alta velocidad y por fin, curvas y más curvas de montaña. Nos llovió un poco, pero fueron unos minutos tan sólo. Sin embargo, la carretera estaba totalmente mojada y yo no tenía confianza en absoluto. La moto había estado parada durante meses antes de comprarla, y los neumáticos estaban endurecidos. Si combinamos eso con asfalto mojado y mi exceso de prudencia, digamos que iba pisando huevos, y por supuesto perdí de vista a mis compañeros rapidísimamente. De hecho, me hicieron una pasada que casi me arrancan las pegatinas de la moto.

Experimenté el famoso "teletransporte motero" que consiste en lo siguiente: tú vas siguiendo a alguien, que te saca algo de ventaja en la primera curva, algo más en la siguiente curva, y en la siguiente ya ha desaparecido. Ni lo ves ni lo oyes, y como no lo has visto espatarrado en la cuneta, sólo quedan dos posibilidades, o lo han abducido o eres leeeeeeento. En mi descargo debo decir que a la vuelta, con el asfalto seco y algo más rodado, me mantuve en todo momento a rueda de mi compañero. Eso sí, el que lideraba el grupo es una máquina.

Nos detuvimos en sitio con un curioso edificio religioso, en medio de las montañas. Lo cierto es que el recorrido era bonito, merecedor de volver con un coche descapotable y mirar los frondosos árboles, muros verdes que rodaban la carretera y que se prolongaban a través de las montañas, con retazos blancos de nubes que se retorcían en su interior. Por desgracia, en esos momentos estab por la labor de mantenerme en la carretera a una velocidad medianamente decente. El paseo con vistas sería otro día, ya que este tenía que despertar mis oxidados instintos motocicliles.

Entre las anésdostas, contar que aún no tengo instalado el ETC en mi moto, por lo que no puedo acceder a las autopistas por la vía automática. El ETC es un emisor de radio en el que se inserta una tarjeta de crédito. Al llegar a un peaje, se detecta tu llegada, y la barrera se abre automáticamente. ¿Cómo evité pasar por caja? Con un poco de conducción sincronizada. Si casualmente pasas al mismo tiempo que alguien que sí tiene ETC, la máquina no puede distinguir si entran una, dos o tres motos en batería...

Entre las cosas negativas, me percaté de que necesito ruedas nuevas. Al frenar necesitas confianza en el neumático, Yo no sabía dónde estaba su límite y no me atreví a buscarlo bloqueándolo, así que siempre me quedaba corto en las frenadas. Con un neumático nuevo puedes frenar más fuerte, con lo que está en la lista de prioridades. El neumático trasero me patinó varias veces con el asfalto mojado, así que está también para cambiar.

Lo más negativo ha sido la pérdida de aceite que he localizado en la horquilla delantera derecha. Cuando compré la moto vi aceite reseco en la izquierda así que pedí en el mecánico que cambiaran los retenes de la horquilla. Curiosamente, ahora la izquierda no pierde ni pizca, pero la derecha está chorreando. El mecánico me ha dicho que el interior de la barra está dañado y por eso el retén no puede evitar la pérdida. A mi me sorprende mucho que la pérdida se haya detenido tras el cambio de retenes y haya empezado donde no había antes... y el hecho de que me haya dicho también que quizá se hayan intercambiado las barras de lado no me tranquiliza mucho, pero en fin... posiblemente acabe comprando una horquilla nueva, y es que resulta bien cierto aquello de que lo barato al final sale caro.

Lista para la acción.


El área de servicio en Odawara estaba de lo más concurrida, pese a lo temprano de la hora.


Había auténticas clásicas.


Este grupo estaba formado exclusivamente por Ducatis. Había tres féminas, totalmente equipadas. Para pilotar, me refiero.


Al llegar a este templodificio, dimos la vuelta.


Aquí mismo, para ser más preciso.


La fuga en su estado inicial. Nada grave, podía ser incluso algo de aceite residual sobre la barra.


Pero cuando el aceite empieza a chorrear, ya es otra cosa. Sólo ha ocurrido cuando se ha forzado la suspensión, ya que en recorridos convencionales por ciudad no había pasado.