Por eso, y cuando no tengo un Segafredo cerca (la mayoría de las veces), si necesito mi dosis de cafeína (más o menos cuando me entra la narcolepsia en una clase) recurro a las ubicuas máquinas expendedoras (que aquí se llaman jidouhanbaiki, o para que nos entendamos mejor, 自動販売機), donde hay un gran surtido de cafeses: sólos, con leche, dulces...
Vean, vean...
Ahí detrás del cappuccino podemos apreciar lo último en tecnología multimedia de Sony. Lo último en 1982, claro.
Éste no recuerdo si me gustó o no. Si al menos no recuerdo espasmos tras beberlo es que debía ser pasable.
Aunque el sabor de éste último no es para echar cohetes, al menos te dan el doble de ración por el mismo precio.
Éste no recuerdo si me gustó o no. Si al menos no recuerdo espasmos tras beberlo es que debía ser pasable.
Aunque el sabor de éste último no es para echar cohetes, al menos te dan el doble de ración por el mismo precio.