Y para demostrarlo, basta con fijarse en la fémina que hoy me he encontrado en la estación de Akihabara. La buena mujer llevaba todavía prendida a su blusa la etiqueta con el precio, talla, código de barras y otras informaciones surtidas.
Estuve pensando en decirle algo, pero me contuve por un doble motivo: no sé cómo decirle en japonés que no le ha quitado la etiqueta a la blusa, y me sabía mal la vergüenza que pasaría al darse cuenta. De todos modos, luego he hecho mi buena acción del día al ceder mi asiento en el tren a una amable ancianita, que hasta me ha dado las gracias y todo al bajarse en su estación.
Scalaria se muda
Hace 7 años
A lo mejor pensabadevolverlo tras usarlo...
ResponderEliminarA lo mejor era robada...
ResponderEliminarEsto es como lo del moco en la cara o la comida en los dientes, yo prefiero que me lo digan y hasta lo agradezco porque evitan que me vea más gente en esa situación. De todas formas a todos nos ha pasado lo de la etiqueta, seguro ^-^U
ResponderEliminarA mi me ha pasado con agujas.
ResponderEliminarLo, imagina la situación: eres la mujer japonoide que camina feliz por una estación, cuando de repente un demonio extranjero, barbudo y melenudo además, se abalanza sobre tí, mientras gruñe en su bárbaro lenguaje, te hace gestos y trata de darte la vuelta. Posiblemente pensarías que es una violación, y yo hubiese acabado en un Koban por lo menos, así que opté por la discreción, al igual que el resto de la población tokiota que tampoco dijo nada a la pobre mujer.
ResponderEliminarDeka... ¿¿¿con agujas??? Uiiisssss... me recuerda a las vacunaciones en la mili. Te clavaban sendas agujas en cada brazo a la entrada del botiquín y lo cruzabas de punta a punta hasta que insertaban las jeringillas en el otro lado. De lo más gore.
pobre chica...pero no he podido evitar esbozar una sonrisilla. zoy mala
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