Este mes se cumplen siete años de mi primera visita a Japón, y aunque he vuelto en seis ocasiones más a este país, y ya llevo un par de años aquí, hay muchas cosas que recuerdo de ese primer viaje.
La súbita decisión de un viaje al otro lado del mundo, la excitación de los preparativos, la emoción previa a la partida que me cosquilleaba el dorso de las manos...
Tantas y tantas cosas eran nuevas para mí. Incluso los transbordos aéreos y las esperas en un aeropuerto internacional tenían su gracia por la novedad.
Finalmente, la llegada, el control de aduanas que casi no recuerdo, y un tren que me llevó hasta... ¿Tokio? ¿Yokohama? Primero en Tokio, eso seguro. El hotel estaba cerca de la Torre de Tokio, y esa casi fue mi primera experiencia japonesa... caminar por una acera impoluta, con su franja amarilla para invidentes, con un calor húmedo que yo no encuentro especialmente desagradable, y el sonido de las cigarras rodeándome mientras encaminaba mis pasos a la tantas veces vista pero nunca contemplada torre...
¿Qué después? ¿Mi primera comida? No lo recuerdo... sí recuerdo sin embargo el primer ramen que tomé, algo que me hizo enamorarme de esa comida. Odaiba... recuerdo Odaiba por la noche, con el Rainbow Bridge cambiando de iluminación, reflejándose en el agua, con los rascacielos al fondo.
Luego Kioto un par de días, el Palacio Imperial, templos... el río al atardecer, sentado en un empedrado junto a un puente y viendo caer la noche a mi alrededor.
Yokohama al final... el parque Yamashita, el Hikawa Maru... y paseos por Tokio... mi primera visita a la embajada, los primeros pinkubira que ví cerca de la misma. Y muy cerca, en Roppongi, encontré una pequeña callecita donde me pude sentar a descansar tomando un refresco de una máquina expendedora, mientras a mi alrededor sólo veía rascacielos.
¿Qué más? No recuerdo más... tan sólo impresiones generales. Limpieza, orden, silencio... en un momento dado alguien detuvo su bicicleta tan cerca de mí que la cesta rozó mi reloj. Ese fue todo el contacto que tuve con otro viandante.
Debo reconocer que partí con una fascinación que podía alterar mi percepción, pero mis sensaciones no se vieron afectadas. De hecho, observé cosas curiosas, y en estos siete años casi he podido comprobar la evolución de la sociedad. ¿En qué? Pequeñas cosas, como parejas cogidas de la mano. No vi a ninguna pareja arrullándose ni en pose cariñosa hace siete años, y eso hoy es habitual. ¿Qué más? La limpieza. En mi primera visita la calle parecía el pasillo de un hospital: ni un papel, ni una lata, ni una colilla. Hoy empieza a ser habitual encontrarse cada vez más basura por ahí tirada.
En fin, aunque el pasado nos guste, y yo hay algunas cosas de mi pasado que me gustaría recuperar, citaré una frase que podías encontrar en un añejo videojuego: El tiempo pasa... ¡y no vuelve! Así que los recuerdos, lo mejor es empaquetarlos y ponerlos en naftalina para que no los olvidemos, y vivamos nuestra vida desde hoy. Y digo hoy. Que mañana es tarde. ;)
Scalaria se muda
Hace 7 años
vamos, quwe algo te enganchó, poque si volviste 6 veces más y ya llevas dos ahi...
ResponderEliminarA mi cuando me apetece viajar me pican los pies ;P.
ResponderEliminarLástima que entre lo que cambie más rápido estén las buenas costumbres como la limpieza en la calle.
Creo que me ha entrado una basurita en los ojos porque no puedo ver bien la pantalla ...
ResponderEliminarSeis visitas ... increíble... ¿Qué será lo que te enganchó, como dicen arriba?
Otra preguntita: ¿Por qué Japón?
ResponderEliminarUoooo! Qué bonito!!!! Eso es que la experiencia ha sido buena
ResponderEliminarMomento propicio para comenzar la redacción de esas memorias niponas de las que a veces has hablado y estoy seguro que todavía no has empezado, maldito vago.
ResponderEliminarTe recuerdo que la parte gráfica la sigues teniendo solucionada.
Sayonara, tronco -___-
Pues al leer tu post me he puesto a hacer memoria, aunque tampoco es que me haya hecho mucha falta porque esto siempre lo tengo fresco, y yo ya llego 10 años viniendo por aquí cada verano (bueno, al principio también hubo una primavera y un otoño).
ResponderEliminarEste año he tenido la suerte de poder venir durante todo un año, del que ya cada vez me queda menos, y coincido contigo en los cambios que mencionas de la sociedad: menos vergüenza para pasear agarrados por la calle e incluso besarse, sí que hay más basura que antes, más indigentes "a la vista", más extranjeros...
Por cierto, estando tan cerca a ver si algún día coincidimos. Ahora que tenemos la silver week coleando, estoy libre tanto el jueves (o sea, mañana) como el viernes por la tarde y el domingo por la mañana.
Saludos.
Deka, efectivamente, hay una extraña fascinación para mí en este país. No me hace verlo todo de color de rosa, pero tampoco lo veo todo negro. ;)
ResponderEliminarVictoria, si, una lástima lo de la limpieza, aunque tampoco es algo exagerado. Al menos las parejas se hacen más arrumacos sin cortarse.
nora, ¿qué me enganchó? Entre otras cosas, la mezcla de tradición y tecnología. Es algo difícil de encontrar en otros sitios, y eso responde a tu segunda pregunta. Hay muchas más razones, pero todas secundarias, y serán oportunamente desgranadas en posteriores entradas. ;)
hellen, me alegro de que te haya gustado. Simplemente dejé que los recuerdos fluyesen y casi escribí en modo automático.
Enrique, cualquier otro, con una oferta como la tuya, estaría perdiendo el cuyo para redactar un libro de vivencias japonesas. Ilustrado por tí, sería un best-seller entre la comunidad japonófaga, pero me conoces bien, perillán... al menos ya tengo la introducción, y entre otros proyectos (plantar un árbol, subir en globo...) tengo que escribir un libro. Y a ver si va a ser este...
Francis, efectivamente, es un pecado que estando tan cerca no quedemos. Me es imposible esta semana, pero antes de que te vuelvas a las Españas, hay que hacer lo posible por quedar.