Y luego una oronda oruga, a la que casi piso. Ella iba toda feliz cruzando una acera, en dirección a la carretera. También me dió por rastrear su nombre científico, y también la localicé, aunque al no renombrar el fichero se me olvidó... y es bien cierto el refrán de que más vale un lápiz corto que una memoria larga. En fin, al menos recuerdo que lo que saldrá de ahí en un futuro es una polilla, pero yo más bien diría un polillón, porque la señora oruga también pertenece al club de los ocho centímetros.
¿Quien se atreve a tocarla?
Que no os lleve a engaño la parte alzada... ¡la cabeza está a la derecha!
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